lunes, 25 de julio de 2011

Presente




Tuve la misma sensación de vacío que hacía un par de meses.
Amanecer en una cama solitaria es dosalador y sin embargo las sábanas retenían su olor de una forma que llegaba,incluso, a provocarme dolor físico.
El mismo hastío, el mismo nudo en el estómago…

Alcé la vista al reloj que descansaba sobre la mesita de noche, él seguía allí, exactamente en la misma posición que cuando entramos en la habitación pensando que podríamos ser capaces de ponerle una barrera al tiempo. ¡Ingenuos!, o tal vez soberbios.

El cronógrafo permanecía impasible, sin perdonar un solo minuto, aunque fuese el más feliz de nuestras vidas, aunque fuese el más intenso y, por consiguiente, el más deseado.

Lo maldije, me pregunté por qué tenemos la absurda necesidad de cuantificar todo aquello que nos rodea en lugar de centrar nuestras energías en vivir cada momento con la máxima intensidad, paladeándolo y saboreándolo.

Lloré sintiéndome culpable por no haber aprovechado todos los segundos de mi vida al cien por cien, entonces vino a mi cabeza ese poema de Mary Oliver que decía así:

Tell me, what else should I have done?
Doesn’t everything die at last, and too soon?
Tell me, what is it you plan to do
with your one wild and precious life?


Y fuí consciente de que está implícito en la naturaleza humana la incapacidad para vivir en tiempo presente.

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