jueves, 3 de noviembre de 2011

Temporal en alta mar.






Todos tenemos días de esos, grises o negros. Son una mierda, pero son peores cuando no sabes el motivo. Audrey, en Desayuno con diamantes, los llamaba ‘días rojos’. Para mí son simplemente grises. El verdadero problema llega cuando la sucesión de días grises se convierte en un gris permanente, un cielo encapotado constante y no encuentras el rayo de Sol que te caliente en ningún sitio. Te culpas de algo que ni tú mismo sabes qué es, luego culpas a todos y cuando descubres que ellos tampoco son los responsables, vuelves al punto de partida y solo te queda seguir caminando sin ganas,sobre el inhóspito suelo.

Un día aparece una mano cálida que intenta que el frío de la tuya desaparezca, que te la envuelve y tira de ti cuando no tienes ganas de seguir caminando, que te dice que puedes y que merece la pena, que eres capaz, que confía en ti. Y quizá le gustaría poder apartar todas las nubes para que vieras que el Sol sigue brillando por encima de ellas, pero no puede. Sin embargo sigue ahí, echando su vahó tibio en tu espalda cuando el frío casi te impide moverte.
Si desiste, si le fallan las fuerzas, sonríele y será suficiente. Existe para hacerte feliz y la única luz que busca es la de tu sonrisa.

2 comentarios:

Blimunda dijo...

Espero que esa mano convierta en rojos, al menos un poco, tus días grises, sobre todo por tanto como llevas dentro, de amapola.

Un beso, mariposa.

Nadia dijo...

Tus comentarios son siempre una alegría y un honor, Bilmunda.
Muchas gracias, espero que así sea.
Un beso para los cuatro.