domingo, 11 de diciembre de 2011

Elliot .






Tras los cristales desfila sigiloso el otoño. En este salón pesa el aire, provocándome un espeso dolor de cabeza. La leña arde en la lumbre, parece no darse cuenta de cuán rápido pasará a ser humo, un humo liviano que fluirá por el cielo junto a las nubes.
Se cierne la tarde, vuelvo a los orígenes, pongo a Chopin y pienso en el otoño pasado. No me he movido ni un ápice desde entonces. Sentía las mismas ganas de adelantar el tiempo y luego el sentimiento de culpa por estar derrochando días sin ni siquiera saber cuántos me quedan. Giro la vista y la poso sobre la mesa; el cuaderno sigue allí, emborronado y sin contener nada demasiado relevante.
Un esbozo de lo que pretende ser un faro y un barco de vela a la deriva ensucian la tercera página. Un barco de vela a la deriva es lo que me devuelve el espejo cuando me miro. El hastío, el miedo, las ganas de encontrar el viento que me ponga en el camino.
Me culpo por no escribir más, por ser tan inconstante, por no esforzarme, por no perseguir a la inspiración en lugar de estar a su merced y esperar a que ésta quiera visitarme.
Quizá sea el humo de la chimenea el culpable de todos estos pensamientos, estoy dejando de ver con claridad.

He conseguido alcanzar a duras penas la ventana y la he abierto, el aire helado entra ahora ofreciéndome la bocanada que necesitaba. Me oxigena el cerebro y milagrosamente recobro la lucidez. He olvidado todo cuanto estaba diciendo, solo recuerdo el deseo inconmensurable de querer hacer que el tiempo pasase.

El diablo me hizo firmar aquel pacto envenenado, lo peor es que lo perdí todo y aún tengo que conservar esta funesta vida. Acarrear mi ataúd a hombros cada día sin poder meterme en él y descansar por fin. Nunca volveré a desear la felicidad eterna, pues lo único que es loable es la eternidad, y ¿a qué precio?

4 comentarios:

Pedro Sánchez Negreira dijo...

Correspondo a tu visita y me alegra encontrar tus letras.

En este relato, de prosa pausada y reflexiva, nos envuelves en un clima evanescente para hacernos pensar en la dimensión que hemos de darle a nustros deseos.

Ha sido un placer leerte.

Me quedaré por aquí, asomado a tu ventana.

Un saludo.

Nadia dijo...

Todo un honor. No sé si mis reflexiones se merecen tantos elogios.
Un saludo y gracias por la visita.

Anónimo dijo...

Existo porque escribo,...es una frase inmensa. La foto en blanco y negro de las olas es preciosa.
Un beso

Nadia dijo...

Muchísimas gracias Mita, te devuelvo la visita.
Un saludo.