miércoles, 22 de febrero de 2012

El puente que nunca llegamos a cruzar.



Nota: A mi madre, que anoche me insistió en que escribiera y a la Inspiración que es del todo inoportuna.


Subimos por una callejuela anexa a la calle principal. Caminábamos charlando de forma distendida, cuando su rostro se volvió sombrío y provocó el inconsciente cese de la marcha y la conversación.
Una vez más no lograba entender qué rondaba su cabeza, enigmática y compleja, y le lancé una mirada inquisitiva. Como de costumbre me respondió sin palabras. Sólo un leve movimiento de cabeza bastó para que me acercara a su posición (algo rezagada respecto a la mía, ya que había tardado en darme cuenta que se había quedado atrás). Me cogió el brazo de forma delicada y envolviéndolo con los suyos se acercó a mi oído y me susurró con un hilo de voz–ahí pasó todo-.
Estábamos frente a un portal acristalado. Tardé un rato en reconocerme en el reflejo. Lo seguí explorando y encontré sus dedos clavándose en mi brazo como un ave rapaz que no quiere soltar su presa.Acto seguido empecé a percibir un dolor punzante en el antebrazo y ascendió rapidamente hasta las sienes.

No le dije que me soltara, que me hacía daño, que estaba empezando a notar la sangre brotar con esfuerzo; simplemente seguí observando la estampa en los múltiples espejos que conformaban la puerta. La estampa de su mirada enajenada a causa del dolor que le provocaba aquel horrible recuerdo se quedó grabada a fuego en mi memoria y en muchos sueños, aún hoy, me persigue.

Todas las mañanas al despertar, me levanto la manga buscando que las marcas que dejaron sus uñas en mi brazo hayan desaparecido, y al encontrarlas en el mismo lugar, sin ningún atisbo de quererse esfumar, comprendo lo que debió sentir al encontrarse de nuevo en el lugar donde sucedió y ser consciente de que todos y cada uno de los recuerdos permanecían intactos.

1 comentario:

Pedro Sánchez Negreira dijo...

Este micro tiene dos virtudes que destacan, Nadia. Es tan abierto que el regalo para el lector no podría ser mayor, dado que es él quién ha de decidir sobre la historia. Por otro lado, está escrito con una prosa medida, estudiada, sutil alguna veces y explícita otras.

Una pieza extraordinaria.

Un abrazo,