sábado, 29 de enero de 2011
Lucía y el saxo.
Lucía desde que tuvo uso de razón sabía que sus padres no se querían. Había adquirido, con el tiempo, la habilidad de predecir una discusión y, cuando notaba el ambiente tenso corría a encerrarse en su habitación. La pequeña con solo seis años ya era capaz de calcular con precisión cuántos minutos faltaban para que una pelea tuviera lugar, antes incluso de que su padre llegase a casa.
Mientras que en la cocina se oían golpes, gritos, insultos y amenazas del saxo de Lucía salían verdaderas obras maestras que parecían alimentarse de la ira de los puñetazos que su padre le propinaba a su madre. Así transcurrió la infancia de la pequeña.
Volvía del conservatorio una gélida tarde de Enero, Lucía se quedó ensimismada mirando la nieve derretida goteando por las ramas de los cipreses y tuvo un presentimiento horrible. Corrió a casa olvidando en el saxofón frente a los cipreses.
Al llegar al portal un señor que salía a toda prisa le dio un empujón, para abrirse paso y le dejó a la niña una mancha marrón en la camisa.
Subió las escaleras notando que el mal presentimiento que había tenido en el parque iba in crescendo.
Cuando la pequeña vio el cuerpo sin vida de su madre no pensó jamás que el asesino era su propio padre.
El hombre que manchó la camisa de Lucía dejó también en su vida una marca indeleble.
Lucía, años después recordaba con horror la tarde que volviendo a casa perdió el saxofón y tantos otros sueños.
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