domingo, 20 de febrero de 2011

Savior




Estaba allí con las mejillas sonrojadas, preciosa. Con la cara salpicada por diminutas pecas.
Supongo que ella no sabía la razón de ser la última, quizá ni se le había pasado por la cabeza que yo siguiera un orden.
Me miraba aterrorizada pero sacando fuerzas de flaqueza de algún remoto lugar, y yo, impasible,la sujetaba sin mucho esfuerzo, sosteniéndole la mirada.
Tenía ya las manos manchadas, impregnadas de ese rojo tan brillante, tan único, ese rojo escarlata que me impulsaba a hacer esa atrocidad de la que seguro me arrepentiría más tarde;pero en ese momento no me tembló el pulso, blandí la hoja metálica,afilada,y le asesté dos o tres golpes secos.
Después, con la pulcritud de un cirujano, recogí uno a uno los trozos que habían salido despedidos por la violencia de aquel acto y los metí en una bolsa de basura negra.
Me lavé las manos con agua fría y de forma apresurada.
Finalmente me senté a contemplar cómo lloraban las fresas.

1 comentario:

Iván Teruel dijo...

Pues Nadia, resulta que encontré tu blog porque a veces (en realidad con cierta frecuencia) me dedico a buscar mi nombre en el buscador. No es la primera vez que me llevo alguna sorpresa agradable: la semana pasada, por ejemplo, me enteré de que me habían publicado un relato en la revista Babylon Magazine. Así que a veces empleo mi tiempo en esa dedicación tan curiosa.

Respecto a tu micro: me gusta tu prosa. Es diáfana, líquida, ágil. Todo eso está muy bien y no es nada fácil. Además, trabajas muy bien el manejo de la expectativa, los silencios. Pero me sobra la última frase porque convierte la pieza en algo un tanto grotesco, algo parecido a un chiste. No deja de ser una apreciación personal, claro. Te cuento algo: hace algunos años mientras estudiaba el doctorado en la Autónoma de Barcelona, Fernando Valls (probablemente el teórico más reputado del microcuento en España: te recomiendo su blog: La nave de los locos), en una asignatura sobre el microrrelato incidía mucho en este aspecto: un micro no puede ser un chiste, un micro no se puede solventar con una ocurrencia de humor ligero. No sé, quizás me estoy metiendo donde no me llaman. Pero procuro ser sincero en las valoraciones porque creo que de las objeciones se aprende más que de los elogios.

Repito: gracias de nuevo por la referencia a un cuento al que le tengo mucho cariño y disculpa si te ha molestado mi crítica.

Un saludo grande.