lunes, 25 de julio de 2011

Presente




Tuve la misma sensación de vacío que hacía un par de meses.
Amanecer en una cama solitaria es dosalador y sin embargo las sábanas retenían su olor de una forma que llegaba,incluso, a provocarme dolor físico.
El mismo hastío, el mismo nudo en el estómago…

Alcé la vista al reloj que descansaba sobre la mesita de noche, él seguía allí, exactamente en la misma posición que cuando entramos en la habitación pensando que podríamos ser capaces de ponerle una barrera al tiempo. ¡Ingenuos!, o tal vez soberbios.

El cronógrafo permanecía impasible, sin perdonar un solo minuto, aunque fuese el más feliz de nuestras vidas, aunque fuese el más intenso y, por consiguiente, el más deseado.

Lo maldije, me pregunté por qué tenemos la absurda necesidad de cuantificar todo aquello que nos rodea en lugar de centrar nuestras energías en vivir cada momento con la máxima intensidad, paladeándolo y saboreándolo.

Lloré sintiéndome culpable por no haber aprovechado todos los segundos de mi vida al cien por cien, entonces vino a mi cabeza ese poema de Mary Oliver que decía así:

Tell me, what else should I have done?
Doesn’t everything die at last, and too soon?
Tell me, what is it you plan to do
with your one wild and precious life?


Y fuí consciente de que está implícito en la naturaleza humana la incapacidad para vivir en tiempo presente.

miércoles, 20 de julio de 2011

Tercera parte.



La luz, lívida, escapa,
y el cristal ya se afirma
contra la noche incierta
de arrebatadas lluvias.

Luis Cernuda






La seguí.
Sí, no pude evitarlo. Que por qué lo hice, no lo sé. Supongo que en un vano y patético intento de justificarme podría decir que la necesito, pero yo no he necesitado a nadie nunca asique no es una excusa coherente.

Entró a una de las tiendas de souvenirs contiguas a la calle principal. La conozco, sé que solo quería evadirse; para nada huir ni mucho menos marcharse.
Manoseó algunas de esas baratijas y sonrió a las tenderas sin demasiado entusiasmo como compensación a no haber gastado ni un céntimo y, finalmente, salió de la tienda.
Andaba rápido y decidida. De vez en cuando y como incentivada por espasmos subía su cámara de fotos a la altura de los ojos enfocaba a algún punto, imperceptible para mí a causa de la distancia y disparaba. Lo hacía rápido, como si le diera vergüenza poder ser sorprendida en esa situación.

Una vez me confesó, en uno de nuestros paseos invernales, que la fotografía le suponía un ejercicio de introspección al igual que cuando yo escribía.

Desde que la vi salir del hotel a hurtadillas esa mañana supe a ciencia cierta hacia dónde se dirigía.

Probablemente al llegar a la bahía y enfrentarse cara a cara con la escultura, protagonista de tantas de nuestras historias, pensó en mí. No lo sé.

Lo recuerdo como una de las imágenes más bonitas que llegaré a vislumbrar en mi vida.
Se sentó en el suelo gélido, imitando la posición de la figura de bronce y se quedó muy quieta, la brisa le acariciaba la melena y les confería a ambas una semejanza singular.

No tuve el valor para acercarme, no habría sabido qué decirle, ni cómo justificar mi aparición. He de reconocer que siempre tuve el pánico de que se hubiese olvidado de mí y en cambio yo andaba persiguiéndola por todos los rincones de Europa.

Así, sumido en mis pensamientos y ella en los suyos, separados por una distancia considerable, yo intentado no ser visto y ella expuesta de forma natural a los primeros rayos de Sol. Ambos viendo el amanecer en ese lugar que se despertaba tan solitario y que,sin embargo sería profanado por el trasiego de miles de turistas en apenas unas horas, escuché por vez primera el dictamen de mi corazón…
Y cambió el curso de las cosas, pudo ser el azar, el Sino o incluso Dios, su Dios.

Los nervios de acero que tanto me habían costado forjar se desvanecieron, salí de mi ‘escondite’ y me acerqué a ella. En ese instante se giró hacia su bolso. Sacó de él el cuaderno negro de tapas duras que le regalé tiempo atrás para que escribiera y pude observar que estaba caligrafiado hasta la penúltima página.

Se volvió como si hubiera advertido mi presencia desde el principio y me dijo en un susurro casi imperceptible –Gracias por haberle dado un final a la historia de la Sirenita.

sábado, 16 de julio de 2011

A movement between these two


No lo diré hasta que no esté completamente segura, hasta que me salga cada palabra sin vacilar, hasta que me lo dicte el corazón.

No te lo diré hasta que no te lo merezcas, hasta que no poseas cada uno de mis suspiros y cada segundo feliz haya sido vivido a tu lado.
No me lo preguntes pues la respuesta será fría y distante hasta que no puedas prometerme el firmamento en verso y la Luna en prosa.
Reinventa cada uno de los días, báilame el agua de lluvia y dibuja en mi todos y cada uno de los arcoíris encaramados a las nubes.
Júrame que el mundo no se acaba sin ti pero déjame que lo dude si no estás…
Sorpréndeme con diminutos detalles pero únicos y secretos para nosotros.
Te lo susurraré al oído, sin titubear, fugaz pero saboreando cada una de las sílabas y será verdadero y solo tuyo.