jueves, 13 de octubre de 2011

Roca







Retratar rostros conocidos deja de ser divertido cuando la luz acapara y abraza las sombras, cuando la nitidez se torna en difusión, cuando la pintura del lienzo se diluye en el agua del pincel mal secado o cuando la lágrima cae sobre la tinta emborronando el folio.
Robar rostros extraños, anónimos es más lúdico; existe el morbo de ser descubierto y vamos a hurtadillas, valiéndonos de la memoria fotográfica para capturar todos los detalles en el mínimo de tiempo, prescindiendo de la contemplación y templanza propias del retrato pausado.
Llegado el momento en el que los rostros pasan a formar parte de un segundo plano y lo que priman son las acciones (un beso, una despedida, una risa, un llanto…) el ladrón de instantáneas pasa a ser un narrador subjetivo y se implica en la trama. Es fácil reconocer a su vez lo que sentían los retratados y el retratista. Conocemos varias historias simultáneamente y también nos hace implicarnos a los que observamos en tercera persona. Es un complicado entramado de comunicación de ideas, sentimientos, pensamientos, sensaciones… Sería correcto afirmar que el arte en sí mismo encierra más tecnología que un ordenador de última generación con la gran diferencia que el arte no pasa de moda y su evolución no es tan repentina lo cual permite que tampoco quede obsoleto. El arte es y será por siempre universal.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Estricto.Abstracto.




Igual que se alinean los astros o las mariposas baten sus alas provocando un terremoto en la antípoda. Igual que se abren las flores al mundo, tímidas primero, petulantes después; de la misma forma en la que nace la vida humana en la Tierra, o comienzan a volar las aves. Como sale el Sol entre las montañas y las estrellas aparecen a la caída de la noche, exactamente del mismo modo tuvo que ser, en un ´aquí’ remoto y en un ‘ahora’ preciso.

Somos una masa de recuerdos comprimidos que penden unos de otros sustentados únicamente por unos hilos de conexión: las sensaciones. Gracias a ellas retenemos gran parte de nuestras experiencias como si se tratasen de un hilo conductor que nos transporta hacia los recuerdos a punto de ser olvidados, dotándolos de un poco de tiempo más de vida, igual que al paciente en paro cardíaco el desfibrilador hace que su corazón bombé de nuevo, las sensaciones nos transportan al recuerdo translúcido, haciendo que recupere su gama cromática.

El ‘aquí’ y el ‘ahora’ son interrumpidos por el pasado –lejano o reciente- y podemos literalmente viajar en el tiempo. Lo más sorprendente es que esta analepsis puede llegar a convertirse en prolepsis y es cuando decimos que estamos soñando despiertos.






Nota al lector:
Esta es la clase de entrada que disgusta a mi madre y quizá a todos cuantos la leen. No se trata de encontrar un sentido pragmático y útil en mis palabras. Lo escribo abstrayéndome e intentando compartir esta sensación con usted. Imagine que es un cuadro abstracto e interprételo a su antojo.
Atentamente.


Nadia