miércoles, 21 de diciembre de 2011

No temas Poeta,
no fue en vano tu sacrificada existencia,
todavía permanecen legibles las seculares tintas de tu gigantesco esfuerzo;
tu esencia fecundó las conciencias del ser,
y de las ruinas de tu vestigio se erigen hombres cada vez más profundos y perfectos,
ciclo tras ciclo.

Nada fue en vano.

Yo tampoco temo ya al porvenir,
cuando la luz exhale su último hálito,
y un puño de roca y lava impacte contra la esfera
reduciendo toda vida a fino polvo de piedra y gas,
añicos de átomo, imperceptibles partículas migrarán
durante milenios a través del infinito desierto de silencio y sombra
como despavoridos pájaros huyendo del frío eterno.

Pero nada será en vano:
pues cuando por fin, a millones de kilómetros luz de su origen,
la ruina de nuestro acervo se aparee en colisión con otro escombro estelar
a orillas de alguna galaxia ignota,
circulará en derredor de su calor hasta esculpirse en materia de vida nueva.
Y ese nuevo pálpito, Poeta, seguirá siendo entonces
vector de nuestra delicada Esencia.



Rafael Lechowski

domingo, 11 de diciembre de 2011

Elliot .






Tras los cristales desfila sigiloso el otoño. En este salón pesa el aire, provocándome un espeso dolor de cabeza. La leña arde en la lumbre, parece no darse cuenta de cuán rápido pasará a ser humo, un humo liviano que fluirá por el cielo junto a las nubes.
Se cierne la tarde, vuelvo a los orígenes, pongo a Chopin y pienso en el otoño pasado. No me he movido ni un ápice desde entonces. Sentía las mismas ganas de adelantar el tiempo y luego el sentimiento de culpa por estar derrochando días sin ni siquiera saber cuántos me quedan. Giro la vista y la poso sobre la mesa; el cuaderno sigue allí, emborronado y sin contener nada demasiado relevante.
Un esbozo de lo que pretende ser un faro y un barco de vela a la deriva ensucian la tercera página. Un barco de vela a la deriva es lo que me devuelve el espejo cuando me miro. El hastío, el miedo, las ganas de encontrar el viento que me ponga en el camino.
Me culpo por no escribir más, por ser tan inconstante, por no esforzarme, por no perseguir a la inspiración en lugar de estar a su merced y esperar a que ésta quiera visitarme.
Quizá sea el humo de la chimenea el culpable de todos estos pensamientos, estoy dejando de ver con claridad.

He conseguido alcanzar a duras penas la ventana y la he abierto, el aire helado entra ahora ofreciéndome la bocanada que necesitaba. Me oxigena el cerebro y milagrosamente recobro la lucidez. He olvidado todo cuanto estaba diciendo, solo recuerdo el deseo inconmensurable de querer hacer que el tiempo pasase.

El diablo me hizo firmar aquel pacto envenenado, lo peor es que lo perdí todo y aún tengo que conservar esta funesta vida. Acarrear mi ataúd a hombros cada día sin poder meterme en él y descansar por fin. Nunca volveré a desear la felicidad eterna, pues lo único que es loable es la eternidad, y ¿a qué precio?

lunes, 5 de diciembre de 2011

De la capacidad de hacer el amor.



Humanos dotados de la capacidad de hacer el amor y afanados en autodestruirse.
La belleza ES porque el nosotros tenemos la capacidad de captarla.
Pero, ¿tenemos también la virtud de crearla? No; al igual que el Demiurgo de Platón, podemos ordenar pero no crear. Ordenamos para hacer surgir la belleza y luego la destruimos.
El mundo está lleno de mierda, pero cuando un artista se esfuerza por hacer resurgir cual Ave Fénix lo bello, consigue emocionarnos y hacernos vibrar.
Entonces, ¿qué predomina en nosotros el caos o el cosmos? ¿El amor o el odio?