lunes, 22 de agosto de 2011

In a sentimental mood




La tormenta nos sorprendió a ambos sin paraguas. Caminábamos a paso ligero arrastrando el equipaje que llevábamos con nosotros. Nos cobijamos en un soportal, recobré el hálito y me senté encima de la maleta a esperar pacientemente a que el aguacero pasase.
Saliste de nuestro techo improvisado y la lluvia empezó a calarte. Te observé con curiosidad pero sabía que mi rol como espectador tenía los minutos contados, y así fue. Me retaste como solo tú sabes hacerlo y accedí a acompañarte en ese absurdo juego de ponerse chorreando.
Me instaste a cerrar los ojos y una vez más acepté.
El cabello se nos quedaba pegado a la frente, el tejido de la cazadora empezaba a sucumbir ante el poder del agua y las zapatillas de lona no oponían resistencia a su paso.
Entreabrí un ojo con cautela y estabas inmóvil con la barbilla ligeramente elevada y el pelo hacia atrás. Volví a cerrar los ojos.

-Las gotas de lluvia son como caricias diminutas- dijiste.
Un impulso salido de no sé qué parte de mi cuerpo se dirigió directo a mi mano y tuve la imperiosa necesidad de premiar a mi tacto con el tuyo.

-Como caricias diminutas- repetí yo extendiendo la palma hacia el cielo con el ánimo de atrapar unas gotas de lluvia apenas incorpóreas. Mi sorpresa fue que, al cerrarla las yemas de mis dedos se toparon con algo más denso y pesado que una gota, aunque igual de delicado.

Reinan



Te vi a punto.
Era una noche de julio,
noche tibia y perfumada,
noche diáfana…

De la luna plena límpida,
límpida como tu alma,
descendían
sobre el parque adormecido
gráciles velos de plata.

Ni una ráfaga
el infinito silencio
y la quietud perturbaban
en el parque…

Poema a Elena
Edgar Allan Poe



Tus pozos oscuros, atenuados con luz superficial, que se amparan y retroalimentan de amor; amor a ti, amor a tu mundo y a la cápsula de cristal que, en definitiva, nos en envuelve a todos y paradójicamente nos hace únicos.
Sin ella nos encontramos tan indefensos, tan desnudos... Solo nos acompañan la piel y las dudas.

martes, 2 de agosto de 2011

El pez y la pecera




Camino por Madrid en tu compañía,
Mi mano en tu cintura,
Copiando a tu mano en la cintura mía.
A paso lento, como bostezando,
Como quién besa el barrio al irlo pisando,
Como quién sabe que cuenta con la tarde entera,
Sin nada más que hacer que acariciar aceras.

Y sin planearlo tú acaso,
Como quién sin quererlo va y lo hace,
Te vi cambiar tu paso,
Hasta ponerlo en fase,
En la misma fase que mi propio paso.

Ir y venir, seguir y guiar, dar y tener,
Entrar y salir de fase.
Amar la trama más que al desenlace,
Amar la trama más que al desenlace.

Fue un salto ínfimo
Disimulado,
Un mínimo cambio de ritmo apenas,
Un paso cambiado,
Y dos cuerdas que resuenan con un mismo número en distintos lados,
O el paso exacto de dos soldados,
Como dos focos intermitentes,
Súbitamente así, sincronizados.

Dos paseantes distraídos
Han conseguido que el reloj de arena de la pena pare,
Que se despedace.
Y seguir que el rumbo que el viento trace.

Ir y venir, seguir y guiar, dar y tener,
Entrar y salir de fase.
Amar la trama más que al desenlace,
Amar la trama más que al desenlace.

Ir por ahí como en un film de Eric Rohmer
Sin esperar que algo pase.
Amar la trama más que al desenlace,
Amar la trama más que al desenlace.

Te vi cambiar tu paso,
Hasta ponerlo en fase,
En la misma fase que mi propio paso.

Amar la trama más que al desenlace,
Amar la trama más que al desenlace.

Camino por Madrid en tu compañía.



Jorge Drexler