domingo, 2 de enero de 2011

Historias de cabaret.





Otra noche estaba en ese antro polvoriento, que apestaba a puro y a whisky barato. Bajo la mirada lasciva de aquellos hombres ,se quitaba sus guantes con el mismo estilo que Rita Hayworth en Gilda. Después de darle un par de caladas a su cigarrillo volvía al pequeño escenario fingiendo una sonrisa y envolviéndose en su boa de plumas rojas.
Nunca le había importado demasiado trabajar en un cabaret, nunca se había puesto nerviosa al bailar delante de más de cien hombres, pero esa noche sintió un extraño nudo en el estómago.
No supo dar explicación al hormigueo que la invadía y en mitad del espectáculo unos ojos negros,desesperados, se encontraron con los suyos.
Se sintió inmensamente torpe. Quería salir de allí, huir.
La música cesó y se marchó apresuradamente al camerino. Cerró la puerta con fuerza, como si el ruido del portazo fuera a borrar esos ojos de su cabeza,pero el portazo no sonó...
Estaba allí, sujetando la puerta con el hombro ,suplicándole sin palabras que se marcharan de ese lugar. Y ella,envuelta por las lágrimas de quien se resigna a dar una segunda oportunidad al amor de su vida, tiró los guantes , cogió el abrigo y los dos se fueron del bar corriendo, intentando inútilmente repcuperar el tiempo perdido.

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